La unión de cambio climático y caza provocó la extinción de los mamuts

Eran auténticos hijos del frío, perfectamente adaptados a las duras condiciones de las heladas y resecas estepas del norte de nuestro planeta. Durante trescientos mil años, y sin interrupción, ocuparon amplias zonas de Eurasia y Norteamérica. Atravesaron, es cierto, por situaciones difíciles, pero siempre se las arreglaron para sobrevivir. Su declive definitivo comenzó hace 21.000 años, tras el último máximo glaciar. Desde entonces, y debido al progresivo calentamiento del planeta, su número fue disminuyendo hasta que, hace menos de cuatro mil años, los mamuts desaparecieron para siempre.
La opinión más extendida, a la vista de las evidencias desenterradas durante casi dos siglos por los paleontólogos, ha apuntado sin contemplaciones a un único responsable, el hombre, que tras varios milenios de cacería intensiva terminó por extinguir al mamut lanudo de la faz de la Tierra.
Y, sin embargo, las cosas pudieron no ser exactamente así. Durante décadas, otra idea se ha abierto paso con fuerza entre los científicos para explicar la relativamente rápida desaparición de aquellos gigantes melenudos. Una idea que señala al mismo «culpable» que hoy día amenaza de muerte a un gran número de especies en todo el mundo. Se trata, otra vez, del cambio climático.
Reducción de hábitats
Según esta teoría, el calentamiento del globo después del último periodo glaciar habría reducido considerablemente, hasta casi hacerlos desaparecer, los hábitats más propicios para la existencia de los mamuts. El hombre, sencillamente, al tener acceso, gracias al mejor clima, a territorios que antes le estaban vedados, habría contribuido a la «fase final» de la desaparición de unos mamuts ya condenados de antemano. En un símil taurino, nuestra especie se habría limitado a darles «la puntilla».
Sin embargo, nadie hasta ahora había sido capaz de «repartir» la responsabilidad de la desaparición de esta emblemática especie en sus justos términos. Nadie había aportado datos suficientes sobre la importancia relativa que tuvieron, el clima por un lado y los cazadores por otro, en este singular proceso de extinción.
Un equipo de científicos españoles, capitaneados por el investigador del CSIC David Nogués Bravo y con financiación del BBVA, publica hoy en la revista «PLOS Biology», un estudio en el que por primera vez se arroja luz sobre la cuestión. «Hace apenas cinco años -explica para ABC el propio David Nogués- se empezó a considerar la posibilidad de un efecto combinado de ambos factores. En esa línea, hemos logrado elaborar un modelo que relaciona cómo era el clima en el pasado con la distribución de huesos que se han hallado de mamut. Es decir, encontramos el «nicho climático» en que vivió el mamut en diferentes momentos de su historia».
Modelos climáticos
Los científicos realizaron detallados modelos climáticos de hace 126.000, 42.000, 30.000, 21.000 y 6.000 años respectivamente. Y relacionaron después esos modelos con la distribución conocida de sus restos. «Los mamuts vivían en estepas muy frías y secas -explica David Nogués-, que hoy sólo existen ya en el norte de Siberia y Mongolia. Calculamos el área potencial que tenía el mamut para vivir en cada momento. Y después estimamos la densidad de sus poblaciones y su relación con los humanos».
Los científicos vieron que, hace 126.000 años, con un clima incluso más cálido (y por lo tanto menos favorable) del de hace 6.000, los mamuts lograron sobrevivir. «Pero es que entonces no había humanos en el norte de Europa». Nogués y su equipo han establecido que hace 6.000 años, y con unos hábitats reducidos al máximo, habría bastado con que cada humano cazara un solo mamut entre cada 3 y 200 años (según las estimaciones) para hacerlos desaparecer por completo.
ABC.es

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