La recuperación del oso


Asturias

Los dos núcleos donde habita la especie en el Occidente y el Oriente de la región suman ya al
menos 130 ejemplares La vuelta de osas a Proaza coloniza un hábitat abandonado a finales de los 80

Aunque la cifra exacta varía según qué fuente se consulte, la tendencia al alza de la población de osos pardos en Asturias está fuera de dudas. La especie, convertida en símbolo de las políticas medioambientales del Gobierno regional, ha superado los momentos críticos de principios de la década de 1990, cuando la administración y las organizaciones conservacionistas temían que hubiese alcanzado un punto crítico a partir del cual podía llegar a extinguirse. Hoy, ese riesgo aún no puede darse por superado para siempre, pero las cosas han mejorado hasta el punto de que las hembras reproductoras -las que tienen crías cada año- se han multiplicado por dos. Los estudios indican que esa conclusión también es válida para la población en general y que el número de individuos se ha duplicado. Según los datos de la Consejería de Medio Ambiente, en 2006 cabía hablar de unos 165 animales.
Otras organizaciones independientes, como la Fundación Oso Pardo -con sede en Cantabria- o el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas) -muy activo en el estudio del comportamiento de la especie- manejan estimaciones más contenidas, pero sitúan la población actual entre 130 y 140 ejemplares. La organización cántabra se halla inmersa en la fase final de un censo para poner al día sus datos y anunciará los resultados en las próximas semanas. En cualquier caso, ya se tomen como referencia unas cifras u otras, la diferencia con la situación en la década pasada es notable. Entonces, los dos núcleos oseros de Asturias, que se extienden alrededor de la reserva de Somiedo, en el Suroccidente, y los Picos de Europa, en el Oriente, no sumaban más de 60 animales.
«Alza paulatina»
«Puede hablarse de una paulatina recuperación. Desde luego, estamos mejor que en los 90», se alegra el director de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero. El avistamiento de una hembra con una cría en Proaza, divulgado el jueves por el Fapas, le parece «una buena noticia» porque confirma la vuelta de la reproducción al hábitat del valle del Trubia, un territorio de la especie durante siglos de donde había desaparecido a finales de los años 80 por la presión de la caza furtiva. Desde 2004, cada primavera ha habido en esos montes al menos una osa con su cría. El Fapas calcula, a partir de los indicios recogidos sobre el terreno, que este año se han reunido tres.
Conocida por su afición a la intimidad, la especie es difícil de seguir y censar. La única experiencia de radiomarcaje terminó hace 10 años con la muerte de 'Cuervo', el ejemplar elegido para llevar un collar y provocó una polémica de grandes dimensiones. Desde entonces, no ha vuelto a intentarse nada parecido y la búsqueda de los refugios oseros debe hacerse a base de indicios físicos -excrementos, pelos, marcas en los árboles- en terrenos intrincados. Las hembras, que, a diferencia de los machos, son territoriales y sedentarias, resultan más fáciles de controlar y, por ese motivo, son un indicador fiable de la evolución de la población.
Al sur de Oviedo
A pesar de esas dificultades para trazar un mapa, la constancia en la aparición de ejemplares en los concejos del Trubia y sus alrededores indica que el núcleo originario de Somiedo y Belmonte coloniza porciones más amplias de territorio a medida que crece. El Fapas ve en esa migración una tendencia positiva que en el futuro creará una nueva mancha osera al sur de Oviedo, permitirá reducir la distancia que separa los dos núcleos y acaso abrir un corredor entre ambos.

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