Las aguas del Mediterráneo occidental cuentan en la actualidad con una población de casi 20.000 tortugas bobas. Una especie en peligro de extinción 
que cada año debe soportar la pérdida de 4.000 ejemplares por culpa de los anzuelos, las redes y las colisiones con los barcos. La mitad de estos quelónidos muertos tienen como verdugos a los pesqueros italianos y marroquís, mientras que los otros 2.000 fallecidos son víctimas de la flota española de pesca con palangre.
Estas cifras fueron presentadas el pasado miércoles por Lluís Cardona, investigador del grupo de grandes vertebrados marinos de la Universidad de Barcelona y director del estudio La Caixa a favor del mar: la ruta del Ibero. Se trata de un trabajo centrado en la mortalidad de las tortugas bobas que son capturadas de forma involuntaria en el mar Mediterráneo y que ha tenido como base experimental el seguimiento, a través de sensores de telemetría, de 14 reptiles que se engancharon en un palangre destinado a la pesca de atún y de pez espada.
A raíz de la investigación llevada a cabo, que se prolongó durante cuatro meses y durante la que murieron desgarrados por anzuelos dos de los animales, los científicos encargados del trabajo concluyeron que la incidencia de los barcos palangreros en la mortalidad de esta especie es menor de lo que se había pensado hasta el momento.
SOLUCIONES Cardona aseguró que la extrapolación de los datos obtenidos gracias a la investigación indica que la flota palangrera española captura accidentalmente a unas 6.000 tortugas bobas anualmente. Des estos 
ejemplares capturados involuntariamente, el 70% consiguen sobrevivir al ser devueltas al mar por los pescadores. Como medidas para reducir las muertes y el número de animales que quedan enganchados, el científico propuso cambiar el tipo de anzuelo utilizado, el cebo y pescar solo de noche y a más de 50 metros de profundidad, ya que las tortugas no suelen bajar tanto y solo se alimentan durante el día.
elperiodicodeAragon
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