ONU: ¿una bomba de tiempo contra el derecho marítimo?

En un año, más de cincuenta países podrán extender jurisdicción sobre aguas y lechos submarinos. Esto amenaza, entre otros, al visionario tratado antártico (1960), retrotrae las cosas varios siglos y provocará litigios interminables.Cuando, a mediados de 2007, Rusia reivindicó soberanía sobre el océano ártico, polo norte inclusive, la reacción más inteligente provino de Peter McKay, canciller canadiense. “No estamos en el siglo XVI, un –sostuvo- país no puede ir por el mundo reclamando cuanto se le ocurra”. Pero, amén de los rusos, doce gobiernos acaban de hacerlo y unos treinta de aprestan a seguirlos.
Esta vanguardia incluye Rusia, Brasil, Australia, Gran Bretaña, Irlanda (juntos), Francia, España, Noruega, México, Barbados, Sudáfrica y China. Otros tres (Argentina, Chile, Nueva Zelanda) mantienen –como noruegos, franceses e ingleses- antiguas reclamaciones sobre aguas y tierras antárticas. En rigor, los triángulos reclamados por Buenos Aires, Londres y Santiago se sobreponen en la región occidental que, al parecer, no forma parte del continente oriental.
En la fase actual, las pretensiones no se centran tanto en pesca cuanto en hidrocarburos y minerales bajo el casquete de hielo o las aguas circundantes. En un error típico de Naciones Unidas y su burocracia, hoy manejada por el surcoreano Ban Ki-mun, se ha fijado el 13 de mayo de 2009 como fecha límite para presentar reclamaciones marítimas. Cincuenta de los 155 ratificantes de la convención sobre derechos marítimos (CDM) están dispuestos a hacerlo. Entre ellos, meros islotes desperdigados por Oceanía y el Caribe.
El tratado sostiene, con gran latitud y escaso seso, que todo “país” –así sea una manchita en el mapa- tiene derecho a una zona económica exclusiva (ZEE) hasta 200 millas marinas (370 kilómetros) de su costa. La cifra 370 remite al primer intento histórico de dividir el mundo: en 1494, el tratado de Tordesillas fijaba un meridiano, a 370 leguas marinas del archipiélago de Cabo Verde, como límite entre los eventuales imperios español y portugués.
El punto más peligros de la CDM reside en que sus firmantes podrán estirar hasta 650 kilómetros sus ZEE entre la ratificación y los diez años subsiguientes. Pero, claro, esos cincuenta “fundadores” estarán en condiciones de hacerlo justamente en 2009. A diferencia de aquellos imperios europeos creados en los siglos XVI a XIX (sólo subsiste el ruso, vaya ironía), los móviles actuales son puramente geoeconómicos. La propia ONU calcula en alrededor de US$ 1 billones el valor de los recursos submarinos en danza.
Los reclamos ya presentados cubren unos dos millones de kilómetros cuadrado de lechos más allá de las plataformas epicontinentales. Salvo la argentina, que es anómalamente ancha y llega a las Malvinas, el resto implica mares más o menos cerrados (Mediterráneo-Negro, Caribe, Ártico, Índico, China meridional, Norte, Báltico).

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