Inteligencia bestial

Cada vez hay más indicios de que no sólo los mamíferos, sino otras especies “inferiores” como las aves desarrollan pensamiento abstracto

Durante siglos, el ser humano se asumió como la única criatura racional en el planeta. Hoy existe creciente evidencia científica de que los animales no sólo poseen inteligencia, sino otras capacidades mentales.
Apoyados en el estudio de numerosas especies, zoólogos, etólogos, psicólogos y otros especialistas no sólo han descubierto aspectos novedosos del comportamiento animal; a raíz de ello han propuesto incluso redefinir las teorías sobre la inteligencia bestial.
Las investigaciones recientes han determinado que no sólo las especies consideradas superiores —como los primates— desarrollan el pensamiento abstracto, sino también otras dotadas con cerebros de menor tamaño, como las aves e incluso los peces.
Pero, ¿cómo medir estas capacidades sin incurrir en interpretaciones subjetivas o proyectar sentimientos e ideas propios? “Los amantes de los animales y sus observadores siempre han intuido ‘inteligencia’ en algunos de ellos, aunque este concepto es difícil de definir incluso en el humano”, reconoce Gerardo López Islas.
A pesar de ello, el catedrático de Animales de Zoológico en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán de la UNAM considera factible determinar, con base en la evolución, si una especie animal está dotada de razonamiento:
“Se debe tratar la manera en que ésta percibe el mundo y comprender cuáles de sus acciones son inherentes (heredadas) y cuáles resultado del proceso para resolver problemas de un individuo en particular”, precisa el médico veterinario López Islas.
Añade que la inteligencia en cada especie e individuo es diferente y que, por tanto, cuando se evaluaba a los animales con metodologías diseñadas por y para el hombre, los resultados eran negativos.
“Fue hasta que se tomó como base la conducta de cada especie que pudo demostrarse que la inteligencia animal sí existe y que le sirve para su propia supervivencia, no necesariamente para beneficio humano”.
Para completar esta clase de medición, los científicos están evaluando indicadores relevantes como memorización, comprensión de símbolos, imitación de comportamientos, percepción, resolución de problemas y autoconciencia.
¿Sólo les falta hablar?
Con ayuda de estas herramientas, se han hecho hallazgos inusitados acerca de la “mentalidad” animal, más allá de los mamíferos y de los primates, nuestros parientes cercanos en la escala evolutiva.
Uno de los ejemplos emblemáticos es el del loro gris africano Alex, muerto a los 31 años en 2007 y entrenado por la psicóloga Irene Pepperberg, de la Universidad de Harvard.
Las aves como Alex —con un cerebro del tamaño de una nuez— imitan sonidos, pero él rebasó las expectativas: tras 30 años de aprendizaje en el laboratorio sabía usar (no sólo repetir) más de 100 palabras en inglés, distinguir formas, colores, texturas, tamaños e incluso expresar frustración o aparente aburrimiento.
Y aunque el loro no mostró signos de poseer la lógica o capacidad de generalización que caracterizan a un niño, su habilidad cognitiva para incluso acuñar palabras como ban-erry (plátano y cereza, como llamaba a las manzanas) fue considerada un hito:
“Este trabajo revolucionó la manera en que concebimos los cerebros de aves, comentó al respecto Diana Reiss, psicóloga del Hunter College, experta en delfines y elefantes. El término solía ser peyorativo, pero ahora observamos esos cerebros con cierto asombro”. Diana Reiss ha constatado que los elefantes asiáticos, además de las ya conocidas habilidades de memorización a largo plazo y vínculos sociales, poseen otra: reconocerse al verse a sí mismos ante un espejo, que se creía exclusiva de monos, delfines y humanos.
Por su parte, los experimentos con primates no dejan de aportar nuevos conocimientos, pues estos grupos animales han mostrado facultades mentales y expresivas más allá de las ya bien documentadas para socializar, crear herramientas e innovar.
El primatólogo Frans de Waal, de la Universidad Emory, encontró que consolar a un congénere en desgracia es un rasgo de “empatía” común en los grandes simios, aunque ausente en los monos.
Asimismo, que los chimpancés tratan de solucionar hostilidades e impulsar reconciliaciones.
El científico cree que tales acciones (diferentes a las relaciones personales) son ejecutadas en bien de la comunidad, no por afinidad individual.
En el mismo sentido, López Islas descarta clasificar como “altruismo” animal conductas como la protección de crías en mamíferos, que en realidad —sostiene— “pueden ser manifestación de un patrón heredado y permiten mantener la integridad de un grupo”. (New Scientist, Current Biology)
ElUniversal.com

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