Los agrocombustibles: ¿La energía del futuro?

En los últimos años se ha extendido y generalizado el uso del término biocombustible para referirse a cualquier tipo de combustible que derive de la biomasa. Sin embargo, creemos que sería mucho más oportuno, y sobre todo más acertado, hablar de agrocombustible ya que, en contra de lo que pudiera entenderse de su seguramente intencionada y confusa definición, estos productos de origen biológico también requieren de plaguicidas para su cultivo y siguen, aunque menos, emitiendo CO2 en su propia combustión.

Hecha esta consideración, a nadie se le escapa que el fomento de estos agroacombustibles como fuente de energía primaria en sustitución de los combustibles fósiles ha provocado importantes cambios en la Política Agraria Común (PAC). Así, la Unión Europea estableció en la Directiva 2003/30/CE el objetivo de que los agrocombustibles representaran el 5,75% de la cesta energética en el transporte para el año 2010. Este compromiso, que fue asumido por España, ha sido recientemente sustituido por otro más ambicioso, que amplía hasta el 10% la contribución de los agroacombustibles al transporte en 2020.

Por ello, desde CC OO hemos juzgado interesante hacer un primer análisis, aunque sea someramente, sobre los riesgos y oportunidades que esta actividad emergente plantea en nuestro país, y definir, al mismo tiempo, el papel que los recursos renovables, las fuentes de energía biológica y los combustibles derivados de la biomasa vegetal desempeñarán en el sector agroalimentario, el sector que indudablemente está y estará más afectado que ningún otro por el uso de los agrocombustibles.

Y todo ello teniendo en cuenta que se trata de una actividad económica que no tiene una definición sectorial clara, al menos en el ámbito sociolaboral. Una indefinición que, en la práctica, se traduce en la ausencia de marcos específicos adaptados a la negociación colectiva y, en definitiva, en la falta de regulación de las condiciones laborales de sus trabajadores.

Así, en primer lugar, hay que destacar que resulta evidente que la producción de agrocombustibles puede contribuir a reducir la enorme dependencia energética del exterior que presenta actualmente nuestro país (alrededor del 85%, muy superior al 56% de la media de la UE25).

Asimismo, estos productos permiten una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que liberan a la atmósfera un 78% menos de CO2 que el fuel-oil y apenas emiten azufre.

Además, los agrocombustibles, que no contienen bencenos ni agentes cancerígenos, contribuyen a la disminución de la erosión y la desertificación, mejoran los rendimientos de la tierra y, desde el punto de vista económico, representan un impulso al desarrollo rural y a la agricultura al aportar nuevas tecnologías y atraer nuevas inversiones.

Por otro lado, conviene resaltar que los agrocombustibles resuelven en gran medida el problema del reciclaje de residuos procedentes del sector oleícola, agrícola y forestal, y que de ellos se obtienen subproductos para la alimentación animal.

A nivel social, estos productos no sólo presentan nuevas y atractivas posibilidades para la agricultura, especialmente en países en vías de desarrollo, sino que también contribuyen a la creación de empleo, especialmente en el sector primario, y con ello a la fijación de población en el medio rural.

Sin embargo, frente a estos aspectos positivos los agrocombustibles presentan también serios inconvenientes, que entendemos deben ser igualmente tenidos en cuenta para poder minimizarlos y, si es posible, anularlos.

Así, la agricultura intensiva de agrocombustibles conlleva un incremento del uso de agrotóxicos y una mayor contaminación de la tierra y el agua. Además, su monocultivo contribuye a la pérdida de la biodiversidad y a un aumento de la deforestación, especialmente grave en zonas selváticas de Indonesia, Malasia, algunas zonas de África y Brasil. Del mismo modo, su producción fomenta un todavía mayor desequilibrio alimentario en el mundo ya que, al menos en los países pobres, su cultivo para satisfacer las necesidades energéticas de los países ricos supone la utilización de recursos y enormes superficies de terreno que hasta ahora venían siendo destinadas a la producción de los alimentos básicos necesarios para su supervivencia. Una dura realidad que pone en peligro la soberanía alimentaria y aumenta el riesgo de hambre en el mundo.

Creemos, por tanto, que todas estas cuestiones deberían incorporarse más pronto que tarde al actual debate político y social sobre estos productos agrarios. Una discusión de la que hoy participan no pocos expertos mundiales y para la que, en nuestra opinión, deberían tenerse en cuenta los siguientes puntos:
1.- El fomento de los productos agrarios energéticos son una buena oportunidad para el desarrollo del sector agrario y el medio rural. Pero para ello, la Unión Europea y España deben aprobar nuevas normas que garanticen el respeto a la tierra y el agua y minimicen los posibles impactos negativos sobre la población y el medioambiente.

2.- El grueso del sector se ha centrado hasta ahora en los cultivos energéticos, y más en concreto en la producción de oleaginosas para la producción de biodiésel, y de cereal y remolacha para la obtención de bioetanol para gasolinas. Se trata, en cualquier caso, de un sector en proceso de crecimiento que está viéndose afectado por el alza de los precios del cereal y la reducción muy considerable, aunque esperemos que no suponga su definitiva desaparición, del cultivo de remolacha. Por otra parte, en España no existe tradición en el cultivo de colza, aunque es cierto que últimamente se están poniendo en marcha algunos ejemplos interesantes con sorgo.

3.- La sustitución del uso alimentario, la inminente reducción de las ayudas a los cultivos energéticos y la posibilidad abierta a la importación de materias primas de terceros países son debilidades que reducen considerablemente las expectativas de un modelo agroenergético.

4.- Ante estas dudas, cabe resaltar lo que muchos consideran la mejor expresión del aprovechamiento en materia de agrocombustibles que se ha desarrollado en nuestro país: el Plan de aprovechamiento de residuos del olivar en España. Entendemos que, aunque modesto, se trata de un excelente ejemplo de cómo aprovechar energéticamente los residuos agrarios en Andalucía.

5.- Por ello, merece una mención especial el mejor aprovechamiento de los residuos forestales, una actividad que puede ofrecer escenarios de rentabilidad e importantes rendimientos energéticos, ambientales y sociales. La creación de planes de aprovechamiento de residuos forestales es, en este sentido, una de las prioridades energéticas que tiene planteada España. Desde aquí, instamos a un mayor desarrollo de esta fuente de producción de energía, singularmente en Cantabria, donde existen enormes oportunidades que hay que saber aprovechar.

6.- Dentro de la complejidad y diversidad de este sector, no podemos dejar de referirnos a los llamados agrocombustibles de segunda generación, productos que aprovechan la celulosa gasificada para sustituir al diésel. Sin duda, hay otras muchas soluciones tecnológicas que se están ensayando pero que no pasan de estar en proceso de investigación y desarrollo, por lo que aún pueden tardar algunos años en dar el definitivo salto al mercado. El hidrógeno y el nitrógeno son, asimismo, otras alternativas no agrarias que sin duda llegarán a ser muy eficaces como combustibles, pero que precisan, no obstante, de un decisivo impulso y una mayor inversión en I+D+i.

7.- Entendemos que los agrocarburantes pueden contribuir de manera destacada a la diversificación de la producción energética, pero que no serán en ningún caso la solución global. Por otro lado, debemos de ser conscientes de que aunque se utilizara toda la superficie de la Tierra para producir agrocombustibles, éstos no alcanzarían a satisfacer la actual demanda mundial de combustibles fósiles. Por tanto, estamos obligados a promover no sólo ya una mayor eficiencia energética, esto es, a producir más con menos recursos, sino también a definir qué fuentes de energía sostenibles a nivel mundial van a constituir a medio y largo plazo la mejor alternativa para la conservación del planeta. Desde CC OO, y en la parte que nos corresponde, trabajaremos para atender sindicalmente esta realidad y garantizar las condiciones necesarias para un buen presente y mejor futuro de los trabajadores del sector.
Eldiariomontes

No hay comentarios: