CAMBIO CLIMÁTICO ¿Qué efecto tiene en la pesca?




El cambio climático tiene ya un impacto claro sobre los ecosistemas marinos. Se traduce actualmente en acidificación de los océanos, subida del nivel del mar, aumento de las tormentas y calentamiento de la temperatura del agua marina.
Recientes investigaciones han permitido constatar un calentamiento marino que se advierte en profundidades de hasta 3000 metros. Por ejemplo, la temperatura del Mar del Norte ha aumentado 1,1 º C durante los 30 últimos años, y el pH oceánico ha pasado de 8,2 a 8,1 desde mediados del siglo XIX. (Un nivel neutro es un pH de 7).
Es apreciable también el aumento de manifestaciones meteorológicas extremas, con períodos de pocas precipitaciones, y fuertes tormentas y temporales de viento.
La disminución de especies de interés pesquero como el bacalao en el Mar del Norte puede estar provocada por los desplazamientos de poblaciones de plancton como el Calanus finmarchicus, especie dominante de la que se alimentan las larvas de bacalao, que se ha desplazado hacia el Océano Ártico en busca de aguas más frías, reduciendo la biomasa de esta especie pesquera en el Mar del Norte en un 70% desde los años sesenta.
Peces, moluscos y crustáceos están migrando hacia el Norte en busca de aguas más frías, bien porque su organismo necesita temperaturas específicas que ya no reciben en su hábitat habitual, ahora demasiado cálido, bien porque siguen en su migración trófica o estratégica hacia el Norte a los vegetales, plancton y otros organismos marinos de los que se alimentan.

son en sí negativos, puesto que desembocan a veces en nuevas posibilidades de pesca. Pero aún no se conocen bien sus efectos indirectos sobre el frágil equilibrio de los ecosistemas marinos y sobre las especies que viven en ellos. Por lo tanto, una vigilancia y un seguimiento permanente son necesarios.
Los vertidos que llegan al mar a través de cauces fluviales con aguas residuales no tratadas y contaminación agrícola de fitosanitarios, abonos y pesticidas de origen antrópico, causan una disminución de oxígeno y un aumento de turbidez que provoca procesos de eutrofización de las aguas costeras. Este fenómeno es la causa del aumento de mareas verdes, rojas y marrones y de brotes de masas de plancton en las costas, poniendo en peligro la vida submarina privándola de oxígeno, y a veces, liberando sustancias tóxicas que afectan a poblaciones de invertebrados filtradores como los moluscos bivalvos.
Desde hace varias décadas, y en todas partes del mundo, asistimos igualmente a un proceso de blanqueo de corales. Se trata de una de las primeras manifestaciones de acidificación del agua marina, que alcanza a estos organismos especialmente frágiles. Los científicos se preocupan por los efectos de esta acidificación y sobre el desarrollo de las comunidades de estas especies cuyo esqueleto o caparazón contiene carbonato cálcico, como en el caso de corales y molusco.

La pesca tiene una doble interacción con el clima: por una parte, contribuye al cambio climático con la emisión de gas de efecto invernadero producido por la quema de combustibles, siendo el gasoil el único combustible usado por las flotas pesqueras en todo el mundo; por otra, la pesca se ve afectada por el cambio climático, ya que éste modifica los ecosistemas marinos, base de los recursos pesqueros. La acción a llevar a cabo debe pues tener en cuenta estas dos vertientes del problema.
Por lo que se refiere a la primera vertiente, la pesca puede ayudar a atenuar el cambio climático reduciendo su consumo de combustibles fósiles. Y respecto a la segunda vertiente, la gestión pesquera, es esencial para el mantenimiento de una pesca duradera, que ayudemos a los ecosistemas a afrontar los importantes cambios que se avecinan.
La limitación de la presión sobre las especies debilitadas y la gestión pesquera basada en el ecosistema, según el principio del "rendimiento máximo duradero" (esta es una magnitud que determina la cantidad máxima de individuos que puede obtenerse en una población a lo largo de los años sin poner en peligro su capacidad para regenerarse), constituyen las acciones más adecuadas para ayudar a los ecosistemas marinos a adaptarse a la evolución del clima, que está derivando en consecuencias esencialmente negativas para la biodiversidad y para los bienes y servicios aportados por estos ecosistemas marinos.

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